La historia de un amor que perdura en el tiempo.
El amor es tan inasible como el deseo, puede derretirse rápidamente o perdurar en el tiempo. En su nombre se suceden las historias más increíbles, como la del japonés Katsusaburo Miyamoto que llegó al país a principios del siglo pasado.
Instalado en Rosario, en 1939 se casó con Carmelita, una mujer de origen italiano. A fines de los “50 ella muere y él, desesperado ante la pérdida, procede a poner en práctica uno de sus tantos oficios y la embalsama. Sin que nadie lo sospechase y al margen de la legalidad, Miyamoto convivió con el cadáver durante dos años.
Descubierto el secreto, Carmelita fue trasladada al Museo de Anatomía de la Facultad de Medicina, donde hoy puede visitarse.
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