En este lugar descansan las cenizas de Lisandro de la Torre.
“Si ustedes no lo desaprueban, desearía que mis cenizas fueran arrojadas al viento. Me parece una forma excelente de volver a la nada, confundiéndose con todo lo que muere en el universo”, escribió De la Torre antes de darse muerte el 5 de enero de 1939. Aquel deseo ha llegado al presente entre dudas y diversas versiones. Lo cierto es que la urna que guardara sus cenizas permanece depositada en el cementerio El Salvador, donde además, en el sector denominado Paseo de los Ilustres, se encuentra una placa que lo recuerda. Su tumba, bajo el estigma del suicidio, fue ubicada a pasos de la entrada por Av. Ovidio Lagos, apartada de todas las demás.
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