A los 6 años tocó por primera vez el piano, llamado por la curiosidad de ese mueble que se encontraba cerrado con llave. Así comenzó a transitar por ese camino de corcheas, bemoles y negras.
Con 10 años tomó sus primeras clases con la señora Bustos, una mujer coqueta que le enseñó los primeros rudimentos musicales. Luego siguió en el Instituto Scarafía con el maestro Domingo Scarafía. Tenía que cruzar la calle Balcarce y caminar un par de pasos. Scarafia, que también había sido profesor de su mamá, era riguroso en sus funciones y como bienvenida le entregó el libro “Adiestramiento elemental para músicos” para que estudie un método que se utilizaba en todos los institutos oficiales del país. Fito no era muy afecto a los libros ni al estudio. Tocaba repitiendo lo que escuchaba del maestro. Era un gran simulador hasta que su picardía infantil fue descubierta por un error, y Scarafía lo expulsó del Instituto. Años después, la reconocida pianista Norma Scarafía (hija de Domingo) recordó que su padre adoraba a Fito y se sentía orgulloso del músico en el que se convirtió.
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